Ya estaba oscureciendo cuando entré por la puerta del café. Mi amiga Olivia me había avisado hace unos minutos que ya se encontraba sentada en una de las mesas del fondo, esperándome. Yo, emocionada, estaba lista para escuchar todo lo que ella tenía que contarme. El olor a granos de café me llegó a la nariz al entrar, y la tenue luz de las bombillas le daba a aquel lugar un ambiente peculiar y acogedor.
Identifiqué a Olivia y me dirigí hacia ella. Sobre la mesa estaba una caja gris, un poco grande pero no tanto. A primera vista no parecía mucho, pero yo sabía perfectamente que lo que estaba dentro no tenía precio. Olivia me llamó hace unos días, y me dijo que había encontrado en la casa de sus padres una caja con una chamarra de cuero, unas gafas de sol y una entrada para un concierto en 1971. Encontró los objetos bien envueltos y cubiertos, y sabía que eran importantes desde que los vio. Inmediatamente corrió a preguntarle a su padre sobre ellos, y luego de escucharlo entendió porque los conservaba con tanto cuidado. Quedamos en vernos al día siguiente.
“¡Hola Olivia!” le dije. Ella, levantándose de la silla me dio un fuerte abrazo. Contestó “Que bueno que estas acá, muero por enseñarte lo que te traje” Ambas tomamos asiento y empujó la caja hacía mi. Con cuidado, como si fuese un regalo, la abrí. Efectivamente, los tres artículos que me había mencionado estaban adentro. Lo primero que tomé fueron las gafas de sol. Eran pequeñas y muy oscuras, un poco rayadas en el lente. Definitivamente no pertenecían a la época moderna, ya que tenían un estilo retro. Luego, tome la chamarra. La desplegué con cuidado para poder verla completamente. Era negra y de cuero de muy buena calidad. Tenía detalles dorados en el zipper y en la manga, y tenía tres bolsas, una en el pecho y dos en la cintura. Se notaba que había sido bastante utilizada, pero estaba conservada en muy buen estado. La dejé a un lado para ver el último artículo que se encontraba en la caja. Al fondo había un papel pequeño. Tomándolo en mis manos lo acerque a mis ojos. Frente a mí, tenía una auténtica entrada al legendario festival de Rock en México: Avándaro. No lo podía creer. Sostenía un trozo de historia en mis manos.
“¿Qué te parece, te gustan?” preguntó Olivia. “Me encantan. Estoy impresionada. No puedo creer que esto ha estado en tu casa tanto tiempo y tú no te habías dado cuenta” le dije. Con una sonrisa, me contestó “Sabía que te iban a interesar, y te pueden servir mucho para lo que estás escribiendo” Desde hace unos meses había pensado en comenzar un proyecto acerca de la moda y el rock, y definitivamente esto sería un excelente punto de partida.
“Pero cuéntame más” le dije, “cuéntame todo lo que te dijo tu papá” y así, Olivia comenzó con la historia…
Jorge, su papá, tenía 22 años y vivía junto a su familia en la Ciudad de México. Era un estudiante universitario y estudiaba Administración en la UNAM. En la Universidad conoció a dos de los cinco integrantes de su grupo de amigos, Richard y Luis. A los otros dos, Miguel y Roby, los conocía desde la escuela. Los cinco juntos eran un caos: chistosos, alegres, extrovertidos. Se llevaban extremadamente bien. Lo que los unía aún más era su amor por la música, e incluso estaban aprendiendo todos a tocar instrumentos, solo para pasar un buen rato, sin eliminar la posibilidad de que se convirtiera en algo más serio. Se reunían en las tardes los martes para ver que creaban juntos. Escuchaban todo tipo de música, pero tenían una afinidad por el rock. Era un género un poco mal visto en aquella época, ciertamente nuevo, pero ellos se sentían identificados y lo disfrutaban. El rock comenzó a formar parte de su vida. Los Beatles fueron su inspiración durante mucho tiempo, y se enamoraron del rock latino que comenzó a surgir en México. Bandas como Los Dug Dug 's, el Tri, y Three Souls in My Mind.
Un martes, Miguel y Richard estaban en la casa de Jorge, viendo un programa en la televisión, cuando de pronto, entraron Luis y Roby con una noticia importante para todos. Acababan de anunciar un festival de Rock, cerca de la ciudad, llamado Avándaro. Pensaban debían asistir, para así poder inspirarse y crear más música juntos. No tomó mucho tiempo para que los cinco estuvieran convencidos de que lo mejor era ir.
El festival era en un fin de semana, del 11 al 12 de septiembre de 1971. Richard le pidió el coche prestado a sus papás para ir a Valle de Bravo, pues era la excusa perfecta ya que dicho lugar queda a tan sólo 5 kilómetros de Avándaro. No dijeron adonde iban en realidad, pues no les iban a dar permiso. Sin embargo, el papá de Jorge lo supo desde que él les comentó en una comida sobre el plan de irse un fin de semana con sus amigos, pero decidió dejarlo ir, por milagro.
Cuando iban de camino, el coche se les averió. Ya estaban en las afueras de la ciudad, pero alrededor de ellos todavía había algunas casas, no era únicamente carretera. Mientras Roby, Luis y Richard trataban de componer el coche, Miguel y Jorge se dirigieron a una casa en particular. El garaje estaba abierto, y parecía ser un taller en donde trabajaban cuero. Adentro estaba un señor armando una pieza. Entraron a ver que encontraban, e inmediatamente vieron algunas prendas expuestas por un gancho en la pared. Una de ellas era una chamarra de cuero negra. Jorge sintió el impulso de comprarla, pues se veía especial. Tras negociar con el señor, la chamarra era suya. Miguel compró una similar en cafe. Se la pusieron, y salieron de la tienda. En ese momento, Luis, Roby y Richard ya tenían el carro listo, y continuaron su camino.
Más cerca de Avándaro, se toparon con un señor a quien le compraron las entradas. Las negociaron a un buen precio y luego de algunas horas en camino, finalmente estaban en Avándaro. Estaba tan lleno que no pudieron entrar completamente al festival, por lo que se estacionaron un poco lejos. A la par de ellos había más personas en coche y se había creado un buen ambiente. Escuchaban perfectamente, y lograban apreciar el escenario, aunque sea de lejos.
Los amigos iban por la música, por nada más. Escucharon a varias de sus bandas favoritas ese fin de semana. En un momento, Jorge se alejó del grupo para caminar un poco en una de las áreas despejadas del terreno. Cuando dio un paso, sintió un objeto extraño bajo sus zapatos. Volteó a ver al suelo, y encontró unas gafas de sol. No había nadie cerca, y sabía que era casi imposible encontrar a su dueño por lo que las tomó y las uso por el resto del festival.
El fin de semana pasó, y ellos debían de regresar pronto a la ciudad por sus familias y la universidad. Así lo hicieron. Para ellos, fue un festival tranquilo, en donde disfrutaron de música y de buena compañía.
Regresaron a su rutina, pero su vida no fue la misma después de ese fin de semana. Los amigos desarrollaron un amor por la música y el arte incomparable, y todavía en la actualidad se reúnen para hablar sobre aquel legendario fin de semana.
“Qué historia tan interesante” le dije a Olivia cuando terminó de hablar. “No puedo creer que tu papá haya vivido todo eso” Riendo me dijo “Si, yo tampoco puedo creerlo. No puedo creer que mi abuelo los haya dejado ir… supongo que eran tiempos diferentes.” “Si que lo eran” le contesté. “ Estoy en shock. Quiero saber más sobre ese fin de semana. Tendré que ir a tu casa a hablar con tu papá.” le dije sonriendo. A lo que ella contestó “ Ya sabes que mi casa es tu casa. Cuando quieras, amiga”



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